Reflexión 10: Cristo, nuestro sustituto
El Hijo de Dios… me amó y se
entregó a sí mismo por mí. Gálatas 2:20.
Cristo,
nuestro sustituto
Como redimidos nunca olvidemos que nuestra vida pecaminosa nos habría
llevado finalmente al lugar de los tormentos. El castigo eterno, lejos de Dios,
habría sido nuestro destino. ¡Qué horrible! ¿Cómo pudimos escapar a ese triste
final?
Dios nos mostró la única solución: la fe en su Hijo Jesucristo, quien tomó
nuestro lugar en el juicio. ¡Qué felicidad para nosotros!
Ahora bien, contemplemos a nuestro admirable sustituto. Cuando los
soldados de los principales sacerdotes apresaron al Señor Jesús para
crucificarle, él les dijo: “Si me buscáis a mí, dejad ir a éstos” (Juan 18:8).
En otra oportunidad él dijo: “Nadie tiene mayor amor que este, que uno
ponga la vida por sus amigos” (Juan 15:13). ¡Fue lo que Jesús hizo! ¿Somos
conscientes de su gran amor por nosotros?
Precisamente en los sufrimientos que él tuvo que soportar en la cruz
del Gólgota, su amor fue puesto a prueba a la manera más profunda. Sus discípulos
lo abandonaron, sus enemigos descargaron toda su maldad sobre él. Dios lo dejó
solo en las tres horas de tinieblas, porque allí en la cruz él cargó con todos
nuestros pecados y se halló bajo el juicio de Dios, sustituyéndonos, pues ese
habría tenido que ser nuestro lugar.
Sin embargo, su amor por usted y por mí fue más fuerte que todo. A él
le corresponde nuestra adoración y nuestro profundo agradecimiento.
“Cristo vino al mundo para salvar a los pecadores” (1 Timoteo 1:15).
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Fuentes Bibliográficas.
“La
Buena Semilla”, meditaciones cotidianas de la Biblia para el año 2010. © Ediciones Bíblicas “La Buena Semilla” 1166
Perroy (Suiza).
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